Susana López Rubio ha resultado ganadora del II Concurso Cartas de Amor Hotel Real. Casi 300 cartas de todo el mundo se ha presentado a esta convocatoria. Agradecemos el interés a todos los participantes.
“Querida Julia”
“Querida Julia”
Querida Julia,
Me llamo Pablo y soy alto, castaño, de treinta años, tirando a gordo (qué le vamos a
hacer) y con los ojos azules. Te lo digo porque no nos hemos visto nunca. Para
cuando los camareros entramos a trabajar, las cocineras ya lleváis una hora de turno.
Además, como el comedor y la cocina sólo conectan por un ventanuco, no tengo ni
idea de cómo eres. Tan sólo te veo las manos cuando me pasas los platos para llevar a
las mesas.
Dicho esto… Adoro tus manos, Julia.
Me encanta que te cambies el color del esmalte de uñas cada martes (normalmente
rojo o rosa aunque últimamente parece que te estás atreviendo con el violeta) y que
estires inconscientemente el dedo menique cuando queman los platos.
Escuchar el tintineo de tus pulseras o ver ese lunar tan sexy que tienes en los nudillos
es suficiente para alegrarme el día. Por supuesto, también me he fijado en que no
llevas anillo de casada y por eso me he decidido a declararme.
No soporto más esta situación. Trabajamos a pocos metros el uno del otro pero siento
que la cocina y el comedor son dos continentes distintos. Hace unas noches incluso te
esperé a la salida de tu turno. Por desgracia, hacía tanto frío que todas las cocineras
llevabais abrigos, bufandas y, ay, guantes de lana. No pide verte las manos y no te
reconocí.
1
Ayer traté de hablarte, ¿recuerdas? Estabas sacando dos platos de pimientos rellenos
para la mesa cinco. Nuestras manos rozaron y tu piel me quemaba. Te pregunté como
te llamabas y me respondiste que Julia. Tu vos sonaba monótona y triste. Mi voz
también solía sonar así. Ahora que te he conocido, ya no.
El caso es que no tuve ni valor ni suficiente aire en los pulmones para seguir
preguntando. Mesa arriba, mesa abajo, me pasé el turno pensando en eso que dicen
los magos y las pitonisas, que todos llevamos el futuro a cuestas, grabado en las líneas
de las manos.
¿Y si tienen razón? Te propongo descubrirlo saliendo conmigo una noche.
Si tu respuesta es sí, mañana en el trabajo coge mi mano al acercarme los platos y
podemos quedar a la salida. Te recuerdo que me llamo Pablo y tengo una pequeña
cicatriz en la mano derecha, junto al dedo pulgar. No creo que te cueste reconocerme.
Mis manos tiemblan cada vez que se acercan a las tuyas.
hacer) y con los ojos azules. Te lo digo porque no nos hemos visto nunca. Para
cuando los camareros entramos a trabajar, las cocineras ya lleváis una hora de turno.
Además, como el comedor y la cocina sólo conectan por un ventanuco, no tengo ni
idea de cómo eres. Tan sólo te veo las manos cuando me pasas los platos para llevar a
las mesas.
Dicho esto… Adoro tus manos, Julia.
Me encanta que te cambies el color del esmalte de uñas cada martes (normalmente
rojo o rosa aunque últimamente parece que te estás atreviendo con el violeta) y que
estires inconscientemente el dedo menique cuando queman los platos.
Escuchar el tintineo de tus pulseras o ver ese lunar tan sexy que tienes en los nudillos
es suficiente para alegrarme el día. Por supuesto, también me he fijado en que no
llevas anillo de casada y por eso me he decidido a declararme.
No soporto más esta situación. Trabajamos a pocos metros el uno del otro pero siento
que la cocina y el comedor son dos continentes distintos. Hace unas noches incluso te
esperé a la salida de tu turno. Por desgracia, hacía tanto frío que todas las cocineras
llevabais abrigos, bufandas y, ay, guantes de lana. No pide verte las manos y no te
reconocí.
1
Ayer traté de hablarte, ¿recuerdas? Estabas sacando dos platos de pimientos rellenos
para la mesa cinco. Nuestras manos rozaron y tu piel me quemaba. Te pregunté como
te llamabas y me respondiste que Julia. Tu vos sonaba monótona y triste. Mi voz
también solía sonar así. Ahora que te he conocido, ya no.
El caso es que no tuve ni valor ni suficiente aire en los pulmones para seguir
preguntando. Mesa arriba, mesa abajo, me pasé el turno pensando en eso que dicen
los magos y las pitonisas, que todos llevamos el futuro a cuestas, grabado en las líneas
de las manos.
¿Y si tienen razón? Te propongo descubrirlo saliendo conmigo una noche.
Si tu respuesta es sí, mañana en el trabajo coge mi mano al acercarme los platos y
podemos quedar a la salida. Te recuerdo que me llamo Pablo y tengo una pequeña
cicatriz en la mano derecha, junto al dedo pulgar. No creo que te cueste reconocerme.
Mis manos tiemblan cada vez que se acercan a las tuyas.
Pablo